Vita

Cayendo profundamente en el silencio, uno se sumerge en un mundo interior donde la cabeza y el interminable torrente de pensamientos son enterrados suavemente bajo el agua. El agua acaricia fresca y tranquilamente la piel, y con los ojos cerrados, te deslizas hacia un estado meditativo, lejos del mundo exterior, sumergido en tu propio ser. Es un momento de retiro, de calma, como si el mundo se hubiera detenido por un breve instante.

El pulpo, misterioso y polifacético, flota como un guardián sobre este paisaje onírico, simbolizando las profundidades insondables del océano y cruzando el límite entre realidad y sueño. Sus tentáculos se extienden lejos, conectando mundos ocultos de memoria con la percepción presente, como si ciudades hundidas y lugares olvidados resurgieran en el océano del subconsciente.

Este estado te invita a escuchar tus voces internas, a guiarte en un viaje profundo bajo la superficie del pensamiento consciente. Allí, donde los pensamientos se aquietan y los recuerdos de tiempos pasados se mueven como sombras fugaces por las profundidades, se encuentra la paz. Es un viaje onírico, un suave, casi trascendental, pasaje a través de las capas de tu propio ser, sumergiéndose en las cámaras más profundas de la mente, donde la quietud y la vitalidad se encuentran, y el ser se redescubre en las profundidades.